Ida, de Pawel Pawlikowski (Cine)



Por Mario Henao.

Hay temas de los que no se puede dejar de hablar. Temas que aparecen con tanta recurrencia que la idea de que ya no se puede decir nada nuevo sobre ellos es constante. Sin embargo, se imponen, porque más que temas son traumas, y como tales, aparecen sin avisar. El retorno a lo reprimido es inevitable. Y no hay trauma más profundo para la sociedad europea del siglo XX que la Segunda Guerra Mundial. Se han hecho películas, novelas, series, cuadros, obras de teatro y se seguirán haciendo por mucho tiempo, porque nunca se alcanzará a dar cuenta ni se podrá decir qué fue exactamente lo que se vivió en ese episodio lamentable. El trauma reaparece y trata de formularse en diferentes discursos, pero cada nuevo texto es un desplazamiento más, una capa sobre el trauma y una muestra de la inaccesibilidad de la experiencia de la que se originó.

Ida, película de Pawel Pawlikowski, es una nueva intención de exponer otra de las consecuencias de la guerra: la ausencia de origen que viene de la mano con la imposibilidad de definir una identidad, y por tanto, de contar la historia de quién es uno. Ida, una chica polaca, huérfana, ha seguido el camino de la fe católica en la Polonia de la posguerra. Ella es ignorante de su pasado y su interés está dirigido solo hacia la vocación religiosa. Pero el pasado surge como un obstáculo siempre, esa es la función del trauma, generar una detención que obliga al sujeto a preguntarse por su historia. Ida tiene que ir a lo de su tía, que le revela su origen judío. Origen que explica su orfandad y que solo puede transformar todo lo que ella es hasta ahora, una novicia en camino de hacer los votos religiosos. Por eso ella y su tía emprenden un viaje para reencontrarse con la identidad, saber quiénes fueron sus padres y por qué ella sigue viva. 


Solo cuando finaliza la guerra los sobrevivientes experimentan el trauma. Su culpa es la de seguir vivos, pues esa vida significa casi una traición, sobreviven los cobardes o los que traicionan. Ese es el profundo drama de la mujer que lleva a Ida a buscar la tumba de sus padres: conoce su historia, sabe quién es, y eso, la culpabiliza por su bienestar actual. Ida, por su parte, se expone como una culpable ignorante. Su vida fue posible solo a causa de perder toda su historia. Ella no es judía, es una huérfana, una mujer sin identidad propia, su existencia es solo una reacción, una consecuencia, nunca una decisión. Ella se salva de morir por ser una recién nacida y por ser mujer, pues nada la marca a ella como judía, a diferencia de su primito, quien sí muere asesinado porque lleva la marca de su identidad. Así, la identidad no solo viene dada por una tradición histórica, sino que es incorporada y solo se salva quien no puede ser marcado, identificado.

La tía de Ida no soporta su propia vida: una juez de la Polonia comunista que sentencia su propia muerte para expiar la culpa que la vida le significa. Ante esa muerte, Ida solo puede preguntarse por su propia culpa, y es imitando los hábitos libertinos de su tía como finalmente puede confirmar su único terreno de identidad, la vocación.


Son esas las secuelas de una guerra de tal magnitud, la de seguir teniendo consecuencias a pesar de que hayan pasado muchos años. Porque el trauma está ahí, siempre listo a aparecer. Ida es otra vez el trauma, otra vez la experiencia imposible de la vida de la posguerra. Y no parece haber fin a la formalización de esa experiencia, no parece haber manera de superar el trauma.

Ficha técnico-artística:

Actores: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Jerzy Trela, Adam Szyszkowski, Artur Janusiak, Halina Skoczynska, Mariusz Jakus.
Director: Pawel Pawlikowski
Guionista: Pawel Pawlikowski, Rebecca Lenkiewicz
Productor: Eric Abraham, Piotr Dzieciol, Ewa Puszczynska
Música: Kristian Selin, Eidnes Andersen
Fotografía: Lukasz Zal, Ryszard Lenczewski
Montaje: Jaroslaw Kaminski
 
Datos técnicos:
País: Dinamarca, Italia, Polonia
Género: Drama
Duración: 80 minutos
Año: 2013