Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené (Teatro)


Por Mario Henao.

Toda llamada es sorpresiva e inesperada y por eso mismo misteriosa. Golpear en la puerta de alguien es demandar del otro el reconocimiento. Llamar a la puerta de alguien es siempre un ruego, la exigencia de compasión. Es tal vez esto lo que se alude con el título de la obra de Juan Carlos Gené Golpes a mi puerta. Y en esta obra abrir la puerta es suficiente para comprometerse con ese otro. Esa es otra de las características de los llamados, no permiten una respuesta negativa, no se abre la puerta para rechazar al que llama, abrir es ya aceptar. Eso le ocurre a Ana, quien al abrir la puerta abrió también la posibilidad a una nueva experiencia de su realidad. Pero esa llamada no es tan sorpresiva ni tan inesperada. Ana está o debería estar acostumbrada a los llamados, es una monja que ya debió haber escuchado a Dios, por lo tanto su respuesta a este nuevo llamado solo confirma una actitud, una vocación: la de estar dispuesta a la compasión, lo que implica una forma de estar en el mundo, es decir, una política. Ella siempre va a abrir la puerta, incluso si no hay golpes.

Golpes a mi puerta pone nuevamente en cuestión la necesidad de ubicarse en un lugar en medio de una situación límite. Ese tipo de situaciones que no permiten un punto medio ni un espacio de reflexión. Se acepta el compromiso o se rechaza. En medio de una situación de violencia oficial, en la que se pueden identificar claramente quiénes son los opresores y quiénes los oprimidos, Ana, una monja que aparentemente ha tratado de mantenerse al margen de esa situación, tendrá que tomar una decisión que no permite cambios. Una decisión que desde un punto de vista ético no parece tan difícil de tomar. No puede dejar morir a su protegido entregándolo y más adelante no puede elegirse a ella porque al responder a ese llamado ya ha tomado un compromiso, un compromiso por los justos. Porque eso es lo claramente identificable en la obra, quiénes son los justos y quiénes no. Y coincide que los justos son los pobres y rebeldes, y los opresores son los poderosos y reaccionarios. Todo en la obra es demasiado claro, al punto de que el dilema en el que se encuentra Ana, si sacrificarse o no, si optar por el fusilamiento (caso interesante, pues el fusilamiento se supone no es una posibilidad de elección sino una consecuencia inevitable) o salvarse no es tal, pues es evidente que se sacrificará, no tiene otra opción. Y eso también está justificado por su vocación, el ser monja ya la ha hecho reconocer el valor del sacrificio, y ella solo está respondiendo a una actitud, es su compromiso total con un voto, el de ayudar al prójimo. No obstante, ese compromiso la ubica a ella en el lugar de la redención, de la salvación y de la propiciadora de una actitud política más general. Su muerte será el inicio de la posibilidad de la revolución. Ella es el héroe.

Dos de los actores de la obra (Ariel Guazzone y Camilo Parodi) aclaran que de lo que se trata en Golpes a mi puerta es de un compromiso con la fe y no de uno específicamente político. Y eso tiene todo el sentido si comprendemos que Ana debe llevar su voto hasta el límite y sobrepasarlo. Se trata, entonces, de un compromiso con los principios más básicos del cristianismo, el amor al prójimo. Pero, ese compromiso tiene una consecuencia política y no sabemos si Ana habría llegado a tal conciencia de su vínculo político-religioso de no haber estado en la situación específica en la que se encuentra. La protagonista es capaz de sacrificarse por el otro porque está convencida de que ese es su deber no solo como religiosa sino (y sobre todo) como ciudadana, y esto se explicita en la obra cuando ella recuerda que su orden no usa hábito porque no quiere diferenciarse de los otros. Por lo tanto, esa fe que la lleva a ponerse en el lugar del mártir, es también una declaración de principios, es decir una ética que expone una manera de actuar. Por eso de lo que se trata en la obra es de despertar una conciencia política, así esto se consiga por medio de la religión y de la fe. De ahí que, en la puesta en escena,  se alternen pasajes de la misa cristiana, para afirmar que no es solo un rito para recordar, sino que debe operar de forma más efectiva y activa en la sociedad. Las palabras que se dicen en la eucaristía no son solo fórmulas, sino que deben encontrar otra vez su espacio de enunciación adecuado para que, nuevamente, cobren potencia pragmática. 

Golpes a mi puerta recupera un debate de la década del setenta, la participación del arte y de los intelectuales en la transformación social, específicamente en Latinoamérica. Sin embargo, en la actualidad es muy difícil encontrar un correlato en la vida diaria que se corresponda con el de la obra. Si en los setenta las dictaduras eran un objetivo claramente identificable, en las democracias modernas no es tan sencillo saber quién es el oprimido y quién el opresor, o por lo menos, reconocer que los oprimidos son conscientes de su estado y quieren reunirse para modificarlo. Por eso surge una inquietud ¿por qué montar esta obra hoy? Evidentemente las injusticias sociales no terminaron con las democracias, pero el conflicto se dispersó de una manera tal que hace más difícil reconocer las partes que participan de ese conflicto. Si el teatro es una virtualidad que se actualiza constantemente, entonces hay que tener en cuenta las condiciones de actualización, lo que quiere decir y las características particulares de la época, para que de esa forma efectivamente se actualice el texto dramático. En el siglo XXI es más difícil ubicar al arte en el lado del compromiso político, lo que no significa escindir ambas esferas, más bien quiere decir, que el arte reconoce su insuficiencia y también que lo político como compromiso no es su principal objetivo. 

Funciones: Domingos 20.00hs
Teatro Andamio ´90 | Paraná 660 | CABA
Reservas: 4373.5670 | www.andamio90.org | www.alternativateatral.com
Localidades $ 70 | Estudiantes y jubilados $40
En Facebook: Golpes a mi puerta

Ficha Técnico-Artística:

Autor: Juan Carlos Gené
Actúan: Daniela Catz, Maia Francia, Ariel Guazzone, Camilo Parodi, Juan Trzenko, Silvina Katz, Silvia Trawier, Agustina Iparraguirre, Pablo Oubiña, Leonardo Díaz
Dirección: Eduardo Graham
Diseño de Escenografía y Vestuario: Carlos di Pasquo
Realización Escenográfica: Darío Tarasewicz- Justo Noetinger
Diseño de Iluminación: Fernando Díaz
Música original: Camilo Parodi
Músicos: Camilo Parodi, Agustina Iparraguirre, Pablo Oubiña, Leonardo Díaz
Asistente de dirección: Eugenia Palioff
Asistente de escena: Verónica Caminos
Producción ejecutiva:   Lorena Carrizo