Revista Lucarna

Una Mirada sobre las artes emergentes

Poesía + Fotos para todos los gustos

Se pueden leer, pero también mirar

Libros para leer en otoño

En la arena, el pasto... o el asiento del colectivo

Usted Está Aquí, de Natalia Chami y Romina Bulacio Sak

Entrevista a las creadoras de esta impredecible experiencia teatral

Lunas Cautivas – Historias de poetas presas, de Marcia Paradiso

Documental sobre tres mujeres, tres historias y un penal

Hay que apagar el fuego, de Carlos Gorostiza (Teatro)


Por Victoria Cestau.

El público aplaudió a rabiar, la sala estaba llena, los actores se mostraban contentos y conformes, y entonces, la pregunta acerca de las distintas experiencias de recepción de una misma obra, se volvió inevitable.

Hace unos años la técnica del clown se puso de moda y de diferentes maestros o escuelas recibimos varias visiones y variantes del algo que llamamos “ser clown”. En este crisol de narices rojas, hay quienes apuestan más a la risa, otros a la reflexión, hay quienes prefieren hacer hincapié en la comedia física de los clásicos payasos, otros hablan del estado y sentimientos de los clowns. 


Yo lo que sé es: cuando un verdadero payaso habita la escena es difícil no enamorarse de su mirada verdadera… y es que el clown al romper con la cuarta pared, nos involucra en su hazaña, empatizamos, lo queremos de alguna extraña forma. 

Pero ¿qué sucede cuando eso no pasa? Ese es el momento en el que las preguntas y las dudas complican la experiencia teatral: ¿todos los textos pueden lograr una transposición al género del clown? Yo creo que sí, porque el clown habla de temas universales, entonces, todos los temas le competen. Sin embargo el gran desafío es la forma, y es allí donde Hay que apagar el fuego creo, toma un camino que no logra representar lo “clownesco”. La comicidad y el absurdo son unas de las tantas características que el género propone, pero no son suficientes.

Las obras de clown depositan mucho en el trabajo actoral, lo cual las hace realmente inquietantes y exigentes, pero también dejan al descubierto debilidades. Querer hacer reír, no es lo mismo que  reírse en consecuencia de “acto payasesco”, o peor aún reírse del actor o festejarle “los chistes”, como sucede en esta obra.


A pesar de todo, la obra se destaca por la actuación de Jorge Seleme, que si bien no se luce como en Los Albertos, donde es magnífico el despliegue creativo y físico de estos dos comediantes, se deja entrever por momentos su gran poder de trasmisión y excelente manejo de la máscara. 

Claramente la experiencia teatral vuelve a poner en el tapete la vieja discusión de que podemos ver un gran actor en una obra que no lo es. Lo cual, me lleva a pensar en la figura del actor como parte fundamental del fenómeno teatral, y también, a repensar su lugar, que aún debemos aprender a mirar, ya que desde la crítica no se ha formado una sólida mirada al actor como sujeto de estudio. 

Entonces al final de los aplausos, me doy cuenta que quiero rescatar lo que siempre le dio sentido al teatro y lo que hace al clown, el actor que lo compone, el actor que se deja atravesar por la libertad de ser lo que socialmente no podemos ser: un payaso.


Guardia Vieja 3556
Capital Federal - Buenos Aires - Argentina
Reservas: 48675185
Entrada: $ 80,00 / $ 60,00 - Domingo - 18:00 hs 
Duración: 60 minutos

Ficha técnico artística:

Autoría: Carlos Gorostiza
Actúan: Juan Pablo Galimberti, Jorge Seleme, Luciana Vieyra
Músicos: Ignacio Gabbanelli, Lautaro Rodriguez Alvarez
Vestuario: Agustina Filipini
Escenografía: Agustina Filipini
Diseño de luces: Verónica Alcoba, Fernando Chacoma
Música original: Ignacio Gabbanelli, Hernan Maximov, Lautaro Rodriguez Alvarez
Entrenamiento corporal: Violeta Zuvialde
Asistencia de dirección: Franco Moix
Coreografía: Violeta Zuvialde
Dirección: Mariana Giovine

Vidita, de Priscila Vallone (Poesía-Libro completo)


Este libro contiene los profundos sentimientos de Amor y de Dolor de Priscila, tras la partida de su hermanito Gianluca. Ni la más firme roca podría permancer indiferente ante su lectura"  
M. Vallone


            

Lo plasmado en este libro es la construcción a lágrima viva de una deconstrucción. La palabra cruda se encarga, en todas sus formas, de hacernos testigos de un dolor sin adjetivos. Permítanse abrir el pecho, y tomar estas palabras con el corazón.
L. Tolaba

Villa Argüello. Espacio de evocación a un mundo cordobés, de Cecilia Argüello Rena (Teatro danza)


  
Argüello es el nombre de un barrio en la provincia de Córdoba. Y es Villa Argüello acá en Buenos Aires una localidad cerca de La Plata. Pero de ahora en adelante, después de que exista esta obrateatral, Villa Argüello es un mundo conmovedor, un lugar cercano,una evocación de lo más sensible de lo humano. 

Después de más de dos años de funciones en diferentes salas (Timbre4, Konex) y su paso por distintos festivales, la pieza de Cecilia Argüello, que cruza el teatro y la danza, vuelve a su tierra original, a la sala que la vio nacer. Se trata casi de un club de barrio, una no-sala por fuera del tradicional circuito porteño del teatro (hoy llamado) independiente. Está en Villa Crespo. Está frente a una plaza. Y la gente se va acercando casi como a la fiesta nocturna y temprana del pueblo, se va arrimando al baile de salón que más tarde será evocado, casi revivido. 

El teatro es fiesta, es lugar de encuentro, y esta obra se encarga de recordarnos eso con toda su contundencia. Deja afuera lo solemne y nos invita al festejo. Deja lejos la superficie y nos sumerge en las notas profundas. 

Ya desde la entrada, durante la inevitable charla que se arma mientras uno espera a pasar a la sala, la convocatoria pareciera adentrarnos en otro tiempo, en esa dimensión donde no hay apuros. La gente circula, va, viene, conversa y mira los árboles de la plaza de enfrente. Algunos llegan en bicicleta. Y ya estamos palpitando lo que vendrá después. Ese espacio de goce. 

Nota mental: el teatro es siempre con otros. Sí.

Subimos las escaleras para ya entrar a la sala, a ese mundo que por un rato nos transportará quién sabe a dónde. Atravesamos esa suerte de túnel, de fuelle que nos aísla y resguarda por un rato del mundo que nombramos como “real”. Estamos tranquilos en el teatro, porque nos permite mirarnos unos a otros, y descubrir una vez más de lo que estamos hechos. Todos de lo mismo. Todos de eso innombrable que es lo humano. 

Nota mental 2: el teatro es ese lugar donde nos vemos a nosotros mismos por un rato. 

La obra empieza ya desde que nos vamos acomodando en las sillas, compartiendo el mismo salón actores y espectadores, entremezclados, pisando las mismas baldosas, rodeados por las mismas paredes; los actores/bailarines nos convidan con algo de tomar y respiramos ya un aire otro. De nuevo, desde la butaca miramos hacia lo que se conforma como la parte que será escenario, y vemos de nuevo un fondo de árboles. No un telón. No paredes. No un espacio aislado y abstraído. Quizás un pueblo, quizás un lugar lejos de Buenos Aires, donde por un rato dejamos de estar. 

Villa Argüello es de esas piezas sencillas y profundas a la vez; de esas cosas que aparentan fáciles de hacer y resultan de lo más conmovedoras. Y precisamente ahí radica la sutileza, el talento. Lo que pareciera ser simple es el resultado de meses de ensayo, de búsqueda, horas de transpiración, de entrenamiento en esos cuerpos para que estén tan disponibles y dispuestos a crear mundos con un pequeño movimiento de un brazo, con el mover de las caderas imitando una rutina cordobesa. 

La obra construye y evoca momentos de una vida en algún lugar de Córdoba, pero que bien podrían ser cualquier momento de nuestras propias infancias, los desamores de la adolescencia de cualquiera, la seducción entre los cuerpos, esa búsqueda de la mirada del otro. Y la identificación inmediata con las canciones de cumbia, con la complicidad de los grupos de amigos. La búsqueda desesperada de la propia identidad. De la tribu, de pertenecer a unos gestos, a un acento, a un modo de moverse y de ser.

Y lo universal se vuelve bello. No hay un personaje, uno único e identificable, no hay prácticamente nombres o una trama, al “estilo tradicional”.  Lo particular se vuelve universal. Baila una mujer, bailan todas. Seduce un hombre, todos lo hacen. Uno prueba imitar el acento cordobés, lo prueban todos.

Nota mental 3: el teatro es ese espejo singular y único donde nos vemos todos reflejados. Ellos somos nosotros. 

En Villa Argüello hay cuerpos que se mueven y disfrutan; Villa Argüello es esa maravillosa fiesta que nos deja bailando casi sin querer. Quedan las últimas cuatro funciones después de un largo recorrido. 

Dónde: Sociedad de fomento y biblioteca popular Gral. Benito Nazar, Antezana 340. 
Entradas: 80,00 pesos, 60,00  con descuento. 
Días: Sábados a las 20:00, hasta el 31 de mayo.

Ficha técnico-artística
Idea y dirección: Celia Argüello Rena
Intérpretes: Pablo Castronovo, Josefina Gorostiza, Andrés Molina, Teli Ortiz, Jimena Pérez Salerno, Ollantay Rojas, Diego Rosental
Intérpretes invitados: Roberta Blázquez Calo, Paolo Sambrini
Vestuario: Estefanía Bonessa
Escenografía: Agnese Lozupone
Diseño de luces: Agnese Lozupone
Música original: Alfonso Barbieri
Diseño gráfico: Wearepasto.com
Asistencia general: Macarena Orueta
Producción: Juan Pablo Gómez


Hanamachi, casi un policial japonés, de Claudio Gatell y Natalia Arteman (Teatro)


Por Leticia Berguer.

Cuando las palabras no nos dan un marco explicativo, algunas imágenes pueden volverse muy perturbadoras. Y cuando el teatro toma recursos de lo onírico, y su fórmula es la de la pesadilla, el espectador se ve expuesto a cierta experiencia inefable de lo irracional. En la línea de su anterior Circense, esta obra dirigida por Claudio Gatell, que aborda en sus escenas temas que son ya en sí mismos perturbadores, como la muerte, los celos y la violencia de género, logra además mediante una particular mezcla de recursos, una atmósfera que prescinde de las explicaciones para producir un efecto profundo.  

Hay, ante todo, un crimen. Una de las dos mujeres que vemos en el cabaret es asesinada. Pero en este mundo de clave onírica la muerte no es un fin. Lo real es puesto a un lado y el show must go on. Las dos mujeres continúan con su rutina y esperan sus respectivos turnos para salir a seducir con sus cuerpos, sus bailes y sus abanicos de geisha. 


Pero algo de lo real insiste; llama. El crimen existió, por lo que aparecen los clásicos detectives con linternas y pilotos. La estética oriental se encuentra, de esta manera, con la del género policial. Pero lejos de esas historias en las que el detective viene por fin a explicarnos lo ocurrido y a restaurar el orden racional, en este mundo pesadillesco (que al final no se aleja tanto del real), el oficial mismo se vuelve siniestro, y no parece haber una clara separación entre el crimen y la ley. El desenfreno de la sexualidad funde a todos en una misma masa. La risa y el llanto conviven. Los roles se intercambian, la violencia irrumpe, y la historia se repite, una y otra vez… como en una pesadilla.   

Los actores le ponen el cuerpo a esta atmósfera enrarecida con una expresividad notable, en la que se percibe el resultado de una desinhibida experimentación dramatúrgica. Natalia Arteman y Maru Sinde logran encarnar a dos mujeres que se dividen entre la dulzura, la actitud de la seducción y una tristeza ligada a cierto terror que las acecha y no las abandona. 


La obra propone un original e impactante encuentro entre lo oscuro del bajo mundo y la dulzura de la mujer; entre la poesía y la música al estilo Tarantino; entre la danza, la seducción y lo doloroso de la sexualidad. A su vez, la puesta deja ver una clara influencia del teatro de Artaud y del cine de David Lynch, en el sentido de que, más que las palabras, es esa extraña mezcla de luces, sonidos, música, movimientos y gestos los que provocan profundas reacciones en el espectador, que percibe la amenaza latente de eso real que a veces no se puede finalmente poner en palabras. 

Y es que “a veces pasan cosas inexplicables”. 

Se trata de una imperdible oportunidad de asistir a un verdadero drama onírico.  

Miércoles a las 21:30hs
El Método Kairós Teatro - El Salvador 4530, Palermo - CABA
Reservas a info@elmetodokairos.com.ar
Localidades $70
facebook.com/hanamachipolicial

Ficha artístico-técnica:

Actúan: Natalia Arteman, Federico Bianco, Maru Sinde, Marcelo Daniel Tulejko Ubal, Claudio Gatell.
Asistencia de dirección: Luciana Murdoca
Dramaturgia: Natalia Arteman/ Claudio Gatell
Dirección: Claudio Gatell

El diario de Yoko, de Jimena Repetto (Literatura)

Foto: William Spencer/Creative Commons

La vida según Yoko


Mirar el cielo estrellado. Un rato largo, con detenimiento. Jugar con moscas. Devorar libros. Nunca desperdiciar una oportunidad para revolver en la basura. Disfrutar cada hueso. Salir a pasear. Correr en círculos y abarcar todo el ancho de la plaza. Odiar la correa, la ropa para perros y no poder subir a la cama. Superar los miedos y saltar el perímetro que divide el asfalto del arenero. Rascarse. Ladrarle al ascensor. Lengüetear a quienes te acarician. Buscar las cosas que se van lejos. En invierno, descansar abajo de la estufa. En verano, a la sombra del lavadero. Aprovechar cada tarde para hacer amigos. Mover la cola. Guardar las milanesas robadas atrás del mueble del comedor. Hacer pozos en la tierra. Chapotear en los charcos de lluvia. Llorar en las veterinarias. Escapar de los baños con shampoo. Dormir, si se puede, al sol.

***

El encargado del edificio atestigua en los pasillos que la culpa fue mía por dejarla salir. Mi mamá dice que tal vez tenía otitis y perdió el equilibrio. Mi papá lo siente mucho. Mi hermano pregunta si puede pasar a verme y mi hermana culpa a las condiciones de vida urbana. Pablo me promete que vamos a tener otra perra. A Luján se le cerró el pecho cuando se enteró. El cajero chino del supermercado de enfrente no dice nada. Simba maúlla cuando tiene hambre. Meli y Lichi me aseguran que no es justo. Silvia se quiere poner a llorar. Max me quiere ver sonreír. Carlos nos explica que deberíamos haber puesto una protección metálica porque los perros las plásticas se las comen. Mis profesores no dicen nada. Mis alumnos preguntan cuándo les voy a devolver los exámenes corregidos. Tuni no lo puede creer. Ari necesita saber si estoy bien. Clara siente que así son las casualidades. Magda me manda un beso. Celes quiere volver a ensayar. Lili me invita a tomar un café. Los perros de la cuadra ladran. Peto me sugiere ir a una vidente y Santi que me amigue con la realidad. La psicóloga que acabo de conocer sostiene que me cuesta lidiar con las pérdidas. Y pasan los días. Los días solían ser silenciosos. Los autos tocan bocina porque la gente quiere ganar tiempo. Los pájaros pían sentados en los cables que atraviesan las calles. La pava silba cuando el agua hierve. Mi editora me escribe para que le mande la nota de la semana. Personal me intima a que pague la deuda del teléfono que ya pagamos. La secretaria de la hematóloga me confirma el turno del viernes. Mi tía Flor piensa que es ridículo que quiera hacer un exorcismo en el balcón. Maru sabe que todos alguna vez perdemos un perro. Marilyn pregunta cómo puede ser que pasen las cosas que pasan. Pablo me sugiere que escriba y me abraza. Coldplay dice que nadie dijo que era fácil. Mi abuelo me acaricia la cabeza desde algún lado. Y vos y yo ya no salimos a pasear por la vereda. Y todo el silencio está lleno de ruido. Como cuando queda esa lluvia de puntos en un televisor antes de apagarse.


El Diario de Yoko podrá conseguirse próximamente en la Exposición de la actual narrativa rioplatense.

Leé más sobre el segundo libro a editarse de Jimena Repetto acá.

Muchas felicidades (La sagrada familia), de Paco Urondo (Teatro)

Foto: Nico Gonzalez


Las familias repiten. Tienen sus rituales y costumbres que se lustran en cada nueva reunión. Grandes o chicas, los guiños, juegos y relaciones de poder se actualizan en sus festejos, remarcando el sello que los apellidos se empeñaban en sostener, perpetuando esa célula que, con miles de otras, hacen a lo que finalmente somos.

Muchas felicidades, cuadro costumbrista escrito entre 1966 y 1967 por el poeta, narrador y periodista Paco Urondo, toma –al igual que una larga tradición de dramaturgia nacional- esta célula como eje de su historia; como metáfora de la clase media de las apariencias y del disfraz, en su intento (siempre fallido) de lograr que todo siga el orden del ‘deber ser’ [familia decente, amorosa y ¡argentina!].

Analía Fedra García es la impulsora del proyecto que hoy lleva al escenario esta pieza que el poco representado Urondo creó como versión libre de Así es la vida. En ella, la directora eligió situar la acción durante el 25 de mayo de 1955, un mes antes del bombardeo a la Plaza de Mayo y cuatro de la caída de Perón. Tan cargada fecha es subrayada por el vestuario y la esmerada escenografía, repleta de objetos que, ya de por sí, le dan al ojo con qué entretenerse.

Dichos elementos logran un fuerte efecto realista que contrasta con las extrañas situaciones en las que esta enmarañada familia entra y sale constantemente, de forma gozosa y sintomática. En su hacer, los 10 actores que forman el elenco se mantienen –casi- todo el tiempo juntos en escena; colman todavía más la vista, dejando que sus personajes vayan ensuciando la impoluta casa, con sus patitas embarradas de lo que no se dice, de lo que late debajo del cuero.

La versión de García de Muchas felicidades, además de contar con sólidas actuaciones, presentar una trabajada escenografía y exhibir un fino diseño de iluminación y vestuario, es una excelente forma de volver a Urondo a la palestra, recordar su historia y debatir su obra. 


Dónde: Sala Solidaridad. Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.
Cuándo: Viernes a las 22:45.
Cuánto: 120 pesos. Jubilados y estudiantes 100 pesos.



Ficha técnico artística
Autor: Francisco Urondo.
Dirección: Analía Fedra García.
Actúan: Stella Galazzi, Alejo Mango, Martín Urbaneja, Leonardo Murúa, Cecilia Peluffo, Vanina Falco, Laura López Moyano, Alejandro Ojeda, Yanina Gruden, Diego Rosental.
Escenografía: Ariel Vaccaro.
Diseño de Iluminación: Marco Pastorino.
Diseño de Vestuario: Cecilia Zuvialde.
Música: Gustavo García Mendy.
Asesoramiento coreográfico: Juan Pablo Sierra. 
Asistencia de dirección:Marcio Barceló.
Coordinación de producción: Julieta Carrillo.
Asistencia de producción: Romina Pucciarelli.
Prensa: Duche & Zárate.
Fotografía: Nico González.
Diseño Gráfico: Claudio Medin.

Yapa
Si querés ver más del trabajo de Analía Fedra García, el miércoles 30 a las 21:00 se presenta Noche de reyes (o como quieras, en el Festival Shakespeare y Congreso Internacional William Shakespeare a 450 años de su nacimiento. Esto es también en el CCC y la entrada sale 50 pesos. Vale la pena ver al grupo de jóvenes y talentosos actores que llevan adelante la obra, estudiantes del IUNA, dirigidos por García.

Otras obras que vimos de García:

Cuarta entrega: Crónicas del 16 Bafici


Por Soledad Castro.

¡Hay una máquina del tiempo en Buenos Aires!



El cine es también con quién se comparte. Cualquier proyección es una experiencia efímera, única y afectada por el contexto: la hora del día, si estamos enojados, relajados o tristes. Si llegamos tarde, si nos dio el tiempo para comer, si nos acosa un problema del día, si nos la recomendaron o no, quién, cuánto y cómo.

Realmente es muy lindo ir solo al cine; uno hace exactamente lo que quiere, se sienta donde quiere (en mi caso lo más adelante posible y al medio) y vibra en una intimidad muy especial. Después sale, camina un rato pensando mucho, compra algo para comer, si sobra un mango se regala un heladito y vuelve a casa.  Creo que no podría pasar mucho tiempo sin ir sola, pero para cualquier corazón romántico ir al cine también tiene que ver con el amor: quién no ha sentido el vértigo de la oscuridad en una primera cita, ha curado el enojo o ha convertido un domingo aburrido en un evento sexy.  Además la ida al cine siempre tiene un aire cotidiano: es mucho menos solemne o “importante” que ir al teatro o a ver música en vivo. Tan de todos los días como una siesta, queda ahí a la vuelta y sin embargo qué provocador de emociones múltiples. 


Si se tiene la suerte de compartir películas con otro a quien también le importa mucho el cine, entonces se disfruta y se aprende. Una buena discusión, una pelea de ideas, una palabra justa o una referencia compartida intensifican la experiencia y la potencian mucho. Es muy lindo ver parejas en el Bafici, las hay de todas todas todas las edades. Algunos llevan, otros se dejan llevar; algunos lentos y encorvados van del brazo despacio, otros todos divinos con pelos de colores enfilan derechito a las películas más cool del momento (las de bandas musicales en general meten una buena cantidad de inteligencia adolescente).  Es bastante mágico: en el cine todas las parejas me dan ternura. 

The Sacrament, de Ti West



Y sí, en todo festival tiene que haber un garrón. Esa película que decís, loco, muy mala. Igual no da para odiarla, yo qué sé. Como buenos fieles la vimos hasta el final; creo que nunca vi una sangre falsa más falsa en mi vida (¡salve Ed Wood!) 

La anécdota está basada en un caso real: la tragedia de Jonestown en 1978 donde murieron casi 1000 personas que pertenecían a una especie de secta demencial. El líder Jim Jones hizo que todos quienes vivían en la comunidad tomaran cianuro y protagonizaran uno de los suicidios masivos más grandes de los Estados Unidos. El punto de partida parece interesante, pero Ti West cuenta la historia desde el punto de vista de dos periodistas y un camarógrafo; la cámara desde donde vemos es, supuestamente, la que ellos llevan para registrar el viaje. Esta premisa se cae inmediatamente, la estética documental no es natural ni pasa desapercibida (hay decoupage, plano/contraplano) y el tipo está más preocupado en intentar sostener esa estrategia inverosímil que en contar las razones por las que los miembros de la comunidad se encuentran viviendo en la aldea, o en brindar ambigüedad a algún personaje para que al morir nos conmueva un poco. Parece que se va a estrenar en el cine comercial... 


Carta a un padre, de Edgardo Cozarinsky


Se trata de una especie de cine-ensayo del director buscando sus orígenes y reflexionando sobre el tiempo y la memoria a partir del relato familiar, centrado sobre todo en la figura paterna.  

En los últimos años ha habido una explosión de este tipo de películas de relato subjetivo en el cine latinoamericano, un poco por moda y otro poco porque para los realizadores de pocos recursos da la sensación de ser un cine “accesible”, relativamente fácil de producir. Igual no creo que sea el caso de Cozarinsky, un tipo con una carrera bárbara y un montón de películas valiosas.

Ese sub-género documental de historias familiares un poco se inaugura con esa maravillosa película de 1996 llamada Nobody´s business, de Alan Berliner (o re-inaugura, porque quién puede afirmar con certeza este tipo de cosas sin estudiar un largo rato; por ejemplo ya en Alemania en otoño, del 78, Fassbinder juega con la idea de un diálogo político con su propia familia). Berliner logra correrse de la idea de “lo bello” y del golpe bajo para reírse a pleno de sí mismo y de su familia poniendo en cuestión las formas cinematográficas y estableciendo un cine provocador y reflexivo acerca del uso de material de archivo, de las entrevistas como portadoras de veracidad, de la idea de una investigación “correcta” y otros recursos del documental expositivo clásico. La película es desafiante, impredecible y divertidísima sin por eso dejar de erigirse como una reflexión universal sobre la memoria, la paternidad o las diferencias generacionales. 

Cozarinsky en cambio pretende que su relato sea interesante porque quien lo cuenta es él: no el personaje-narrador sino Edgardo Cozarinsky, el tipo de carne y hueso. Es decir, da por sentado que su historia familiar es conmovedora porque es la suya: “Yo que viví en París y también soy un exiliado como él...” dice por ejemplo hablando de su padre, o “Viví en Europa pero nunca fui a Entre Ríos”. Estas afirmaciones en off, de naturaleza íntima pero dichas con un tono muy serio y algo solemne no son cuestionadas por la película ni confrontadas con las imágenes. El director no se ríe de sí mismo ni de la representación cinematográfica; más bien asume a priori que uno se identificará con el carácter profundo de sus reflexiones filosóficas. No tendría por qué ser un problema, pero tal vez las imágenes no logran conmover lo suficiente como para despertar esa emoción y trascender a las palabras para lograr significados nuevos. Más bien hay una idea de lo bello vinculada con lo antiguo, lo viejo, lo exótico o lo abandonado que bueno, esta vez me dejó afuera.

Aimer, boire et chanter, de Alain Resnais



La última de Resnais es encantadora. Sí, tal vez no sea un adjetivo “mayor” para un maestro del cine, pero es una de esas películas que crecen con el tiempo, que te acompañan como los consejos de un abuelo sabio. Una comedia de enredos clásica: varias mujeres maduras enamoradas de un tipo del que hablan todo el tiempo pero que nunca aparece: en el medio sus maridos, sus vidas, sus relaciones reales. Dentro de esa ficción, son además actores que están ensayando una obra de teatro y se celan, se encuentran y desencuentran, comentan sus sentimientos y reacciones.
Recursos “experimentales” como escenografías teatrales o dibujos ocupando el lugar de los planos de establecimiento dan paso a una buena cuota de humor autorreflexivo sobre la representación cinematográfica y teatral, haciendo de la pieza una pequeña fiesta de colores y buenos diálogos. Me quedo con la lectura de la psicología femenina y masculina que la película propone; me quedo con los ojos de esa actriz maravillosa que es Sabine Azéma; me quedo con las flores y con la tremenda paradoja de que la última escena que Resnais filmó fue un velorio. Sabía el tipo, eh. Al fin y al cabo era un cineasta que viajaba en el tiempo.



Only lovers left alive, de Jim Jarmusch


Esperé mucho a Jarmusch y me encontré con una de las películas más sensuales de la eternidad, no solo por su tema sino por lo difícil que es interpretarla: se escabulle, se escabulle. Vamos, acá hay gato encerrado. Tilda Swinton y Tom Hiddleston son unos vampiros rockeros, yonkis, bellos, bellos, uf, bellísimos, que se refieren a nosotros como “los zombies”. Ella es una lectora voraz, esbelta, pálida y cálida al mismo tiempo; él, un rockero underground deprimido por el destino de la humanidad. 

Malvados en recuperación, yonkis descarnados amándose entre siglos y siglos de cultura. Enfermos de poesía, de música, de fantasía que nunca es. No hay esperanza de redención alguna pero la sangre contaminada todavía pega. Vampiros cansados que parecen vivos pero no lo están; una vampiro joven todavía muerde, se deja llevar: ellos saben que la eternidad aburre. Tengo que verla de vuelta, esa es la verdad. Ahora, qué pedazo de belleza, droga rockera que Jim Jarmusch sabe proveer. 

Se va terminando el Bafici y uno se despide incansablemente de pequeñas cosas. De las parejas de la pantalla y de las que están de este lado, esas que uno ve mirarse y abrazarse cuando se prende la luz de la sala, que se quedan tomando una cerveza o un helado para comentar lo que entendieron, lo que les gustó más o menos; que se toman un taxi cansados y sueñan juntos, tranquilos, sabiendo que en el cine se aprende el amor. 














Golpes a mi puerta, de Juan Carlos Gené (Teatro)


Por Mario Henao.

Toda llamada es sorpresiva e inesperada y por eso mismo misteriosa. Golpear en la puerta de alguien es demandar del otro el reconocimiento. Llamar a la puerta de alguien es siempre un ruego, la exigencia de compasión. Es tal vez esto lo que se alude con el título de la obra de Juan Carlos Gené Golpes a mi puerta. Y en esta obra abrir la puerta es suficiente para comprometerse con ese otro. Esa es otra de las características de los llamados, no permiten una respuesta negativa, no se abre la puerta para rechazar al que llama, abrir es ya aceptar. Eso le ocurre a Ana, quien al abrir la puerta abrió también la posibilidad a una nueva experiencia de su realidad. Pero esa llamada no es tan sorpresiva ni tan inesperada. Ana está o debería estar acostumbrada a los llamados, es una monja que ya debió haber escuchado a Dios, por lo tanto su respuesta a este nuevo llamado solo confirma una actitud, una vocación: la de estar dispuesta a la compasión, lo que implica una forma de estar en el mundo, es decir, una política. Ella siempre va a abrir la puerta, incluso si no hay golpes.

Golpes a mi puerta pone nuevamente en cuestión la necesidad de ubicarse en un lugar en medio de una situación límite. Ese tipo de situaciones que no permiten un punto medio ni un espacio de reflexión. Se acepta el compromiso o se rechaza. En medio de una situación de violencia oficial, en la que se pueden identificar claramente quiénes son los opresores y quiénes los oprimidos, Ana, una monja que aparentemente ha tratado de mantenerse al margen de esa situación, tendrá que tomar una decisión que no permite cambios. Una decisión que desde un punto de vista ético no parece tan difícil de tomar. No puede dejar morir a su protegido entregándolo y más adelante no puede elegirse a ella porque al responder a ese llamado ya ha tomado un compromiso, un compromiso por los justos. Porque eso es lo claramente identificable en la obra, quiénes son los justos y quiénes no. Y coincide que los justos son los pobres y rebeldes, y los opresores son los poderosos y reaccionarios. Todo en la obra es demasiado claro, al punto de que el dilema en el que se encuentra Ana, si sacrificarse o no, si optar por el fusilamiento (caso interesante, pues el fusilamiento se supone no es una posibilidad de elección sino una consecuencia inevitable) o salvarse no es tal, pues es evidente que se sacrificará, no tiene otra opción. Y eso también está justificado por su vocación, el ser monja ya la ha hecho reconocer el valor del sacrificio, y ella solo está respondiendo a una actitud, es su compromiso total con un voto, el de ayudar al prójimo. No obstante, ese compromiso la ubica a ella en el lugar de la redención, de la salvación y de la propiciadora de una actitud política más general. Su muerte será el inicio de la posibilidad de la revolución. Ella es el héroe.

Dos de los actores de la obra (Ariel Guazzone y Camilo Parodi) aclaran que de lo que se trata en Golpes a mi puerta es de un compromiso con la fe y no de uno específicamente político. Y eso tiene todo el sentido si comprendemos que Ana debe llevar su voto hasta el límite y sobrepasarlo. Se trata, entonces, de un compromiso con los principios más básicos del cristianismo, el amor al prójimo. Pero, ese compromiso tiene una consecuencia política y no sabemos si Ana habría llegado a tal conciencia de su vínculo político-religioso de no haber estado en la situación específica en la que se encuentra. La protagonista es capaz de sacrificarse por el otro porque está convencida de que ese es su deber no solo como religiosa sino (y sobre todo) como ciudadana, y esto se explicita en la obra cuando ella recuerda que su orden no usa hábito porque no quiere diferenciarse de los otros. Por lo tanto, esa fe que la lleva a ponerse en el lugar del mártir, es también una declaración de principios, es decir una ética que expone una manera de actuar. Por eso de lo que se trata en la obra es de despertar una conciencia política, así esto se consiga por medio de la religión y de la fe. De ahí que, en la puesta en escena,  se alternen pasajes de la misa cristiana, para afirmar que no es solo un rito para recordar, sino que debe operar de forma más efectiva y activa en la sociedad. Las palabras que se dicen en la eucaristía no son solo fórmulas, sino que deben encontrar otra vez su espacio de enunciación adecuado para que, nuevamente, cobren potencia pragmática. 

Golpes a mi puerta recupera un debate de la década del setenta, la participación del arte y de los intelectuales en la transformación social, específicamente en Latinoamérica. Sin embargo, en la actualidad es muy difícil encontrar un correlato en la vida diaria que se corresponda con el de la obra. Si en los setenta las dictaduras eran un objetivo claramente identificable, en las democracias modernas no es tan sencillo saber quién es el oprimido y quién el opresor, o por lo menos, reconocer que los oprimidos son conscientes de su estado y quieren reunirse para modificarlo. Por eso surge una inquietud ¿por qué montar esta obra hoy? Evidentemente las injusticias sociales no terminaron con las democracias, pero el conflicto se dispersó de una manera tal que hace más difícil reconocer las partes que participan de ese conflicto. Si el teatro es una virtualidad que se actualiza constantemente, entonces hay que tener en cuenta las condiciones de actualización, lo que quiere decir y las características particulares de la época, para que de esa forma efectivamente se actualice el texto dramático. En el siglo XXI es más difícil ubicar al arte en el lado del compromiso político, lo que no significa escindir ambas esferas, más bien quiere decir, que el arte reconoce su insuficiencia y también que lo político como compromiso no es su principal objetivo. 

Funciones: Domingos 20.00hs
Teatro Andamio ´90 | Paraná 660 | CABA
Reservas: 4373.5670 | www.andamio90.org | www.alternativateatral.com
Localidades $ 70 | Estudiantes y jubilados $40
En Facebook: Golpes a mi puerta

Ficha Técnico-Artística:

Autor: Juan Carlos Gené
Actúan: Daniela Catz, Maia Francia, Ariel Guazzone, Camilo Parodi, Juan Trzenko, Silvina Katz, Silvia Trawier, Agustina Iparraguirre, Pablo Oubiña, Leonardo Díaz
Dirección: Eduardo Graham
Diseño de Escenografía y Vestuario: Carlos di Pasquo
Realización Escenográfica: Darío Tarasewicz- Justo Noetinger
Diseño de Iluminación: Fernando Díaz
Música original: Camilo Parodi
Músicos: Camilo Parodi, Agustina Iparraguirre, Pablo Oubiña, Leonardo Díaz
Asistente de dirección: Eugenia Palioff
Asistente de escena: Verónica Caminos
Producción ejecutiva:   Lorena Carrizo

Tercera entrega: Crónicas del 16 Bafici


Por Soledad Castro.

¡Hay una máquina del tiempo en Buenos Aires!


Dentro del festival hay varias secciones, diversas maneras de organizar las películas. Además de la competencia internacional y argentina está la de vanguardia y género, la sección de animación llamada Baficito (altamente recomendable para la gurisada inquieta) y distintos panoramas y retrospectivas. 

La verdad que es casi inconmensurable la cantidad de películas: uno siempre se pierde más que lo que ve. Es un poco frustrante porque todo el mundo te recomienda cosas y comenta con tremendo entusiasmo materiales de los que nunca ni siquiera oíste hablar, así que hay que dejarse llevar por la intuición, relajarse y entender que en definitiva es maravilloso participar de lo poquito que te toca. Total a diferencia de una obra de teatro lo bueno de las películas es que en cualquier vuelta de la vida te la volvés a encontrar (y sin canas ni arrugas de esas terribles que inspiraban reflexiones como las de Discépolo). 

iNumber Number, de Donovan Marsh


La primera escena de esta película es realmente interesante. Un negro joven con cara de malo y un swing bárbaro para vestirse está atado a una silla, sudando frente a otro negro con cara de más malo que lo observa y lo vigila. De pronto logra pegarle un cabezazo y saltarle encima con silla y todo para destrozarlo y escaparse. Me acomodo en la butaca: algo huele bien en Sudáfrica. 

Inmediatamente un compañero bueno aparecido de la nada llega al lugar, mira por las ventanas de la casa y juna todas las posiciones donde están los malos. Llama a su amigo por celular y lo va guiando desde afuera como si fuera con un walkie talkie (ay qué vieja que estoy) para que sepa a quién atacar y en qué momento. Salen airosos porque son los crás de la película; dos amigos que se enfrentarán a un montón de policías y mafiosos que aunque encarnan la malignidad de un sistema corrupto tienen también alto swing para caminar y para vestirse.

Gracias a un tremendo laburo de montaje que saca todo el jugo de un buen guión y hace parecer que la película tiene un presupuesto mucho más alto que el verdadero (aplausos y solamente aplausos) el relato logra un ritmo parejito y es uno de esos policiales bien disfrutables para quien gusta del género. Hay varios momentos de humor bien logrado, buenas escenas de acción y un trabajo especial en cuanto al delineamiento de los personajes: la narrativa nos permite conocerlos bien y nunca es confusa ni difícil de entender, clave para dejarse llevar por la historia y empatizar con el protagonista en cada enfrentamiento. 

La fotografía de la película me molestó bastante porque está jugada a esa cosa desaturada hacia los marrones y los sepias, filtrada al mango en postproducción digital, que hace que todo tenga ese look de clip de hip hop donde brillan las cadenas y se oscurecen las capuchas, o de serie barata de un canal berreta tipo AXN. Pero si uno atraviesa ese primer prejuicio estético se encuentra con una película consistente, con una trama atrapante y un par de planos realmente memorables que se hamacan con elegancia entre parodia y verosimilitud. Salú el cine sudafricano en el Bafici.

Red Hollywood, de Thom Andersen y Noel Bürch


Esta pieza es una de esas joyitas del cine didáctico y demuestra que un documental expositivo y de montaje probatorio todavía puede ser tremendo material y tener un valor artístico y estético. Después de tanto cine cuestionador de la representación de la realidad cualquiera que se anime a la exposición de una “verdad”, de una opinión o descubrimiento siempre corre el riesgo de caer en un lenguaje televisivo sin mayor vuelta cinematográfica que un programa del History Channel. 
Noel Bürch

Pero no es el caso. Esta película remasterizada después de 17 años (su estreno original es del 96) explota sus recursos con simpleza pero logra, gracias a su tema y sobre todo al montaje de algunas entrevistas muy significativas, tocar una fibra profunda en la emoción de quienes están dispuestos a interesarse en una historia del cine que no se quede solo en mitos y cuentos repetidos sino que esté dispuesta a cuestionarse para renovarse y reinventarse de cara al futuro.

La película ofrece una perspectiva diferente sobre el cine comunista en Hollywood, el cine de esos directores y escritores canonizados como mártires por haber estado en la lista negra y haber tenido que dejar de trabajar. Porque la afirmación de que estos “pobres tipos” no pudieron hacer lo suyo resultó completamente efectiva para que nunca se le prestara atención al trabajo que sí hicieron, que sí pudieron hacer y exhibir en los cines incluso en los tiempos más pesados de la censura. Alternando entrevistas a los protagonistas, escenas de las películas nombradas, material de archivo y narración en off, Bürch y Andersen nos cuentan cómo estos guionistas y directores cuestionaron desde el seno del cine industrial temas como la participación de Estados Unidos en la guerra, los derechos raciales y de género, la lucha de clases y el funcionamiento del propio Hollywood. 

Thom Andersen
Además de porque establecen un listado nuevo de películas valiosas para investigar y rescatan un montón de nombres de directores, escritores y actores talentosos, valientes y comprometidos, me parece buenísimo que existan estos materiales para poder pensar que dentro de un sistema que parece tan cerrado en cuanto a lo ideológico y que despierta animosidades intelectuales de las más radicales, existieron y siempre podrán existir tipos que se animan a cuestionar de adentro los valores hegemónicos de la cultura capitalista. Y que ese legado está ahí, esperando nuevos espectadores dispuestos a establecer un canon propio donde la mirada esté puesta más en la lectura atenta de las películas que en los prejuicios a priori sobre sus contenidos, vengan del lado que vengan: de aquellos que creen que el comunismo no tuvo ningún lugar en Hollywood porque el poder de la censura barrió con todo o de aquellos que creen que de ese sistema de producción no es posible rescatar nada valioso en cuanto a lo ideológico por su condición “imperialista”. Ni una cosa ni la otra, señores: pocas cajas de sorpresas tan infinitas como el cine. 

Stray Dogs – Tsai Ming Liang


Cuando uno está frente a una verdadera obra de arte hay algo que te corre por la espalda, la conciencia de una experiencia definitiva. Siempre pienso que la emoción estética es la única capaz de llegar a instaurar un nuevo orden en las formas sensibles y así resultar transformadora de la percepción del mundo. No es que uno no disfrute de todo lo demás: disfruta, se ríe, llora, se emociona, y está buenísimo y lo defiendo a pleno. Pero a veces, pocas veces, pinta lo otro, lo trascendente: eso pesado que se instala en el pecho y en los sueños porque es nuevo, porque es otra cosa, porque abre una puerta desconocida que al mismo tiempo somos capaces de reconocer y atravesar.

Eso es lo que me pasó con esta película. Pido disculpas porque no siento ganas de describirla mucho, poner en palabras una comunicación que solo encuentra sentido en el cine. Quién puede ser bueno hablando de lo que realmente le da vuelta el corazón. Puedo decir que se trata de la desolación, de la ternura, de la capacidad de supervivencia, de la imposibilidad, de la miseria, de la tensión del tiempo, del sentido gregario de los hombres, de la inocencia, de la locura y la cordura y el amor. Yo qué sé. La verdad que uno siente todo el tiempo pero sabe poquito de esas cosas, eh. Bien poquito. Acá hay un maestro mostrándonos lo pequeños que somos en la absurda inmensidad del universo, y que fuah loco, cuánta vida y cuánta injusticia y cuánto sufrimiento. Ni un milímetro menos que eso.

Shield of Straw, de Takashi Miike


Para terminar un día alucinante nos fuimos a Caballito a ver la nueva de Takashi Miike, un thriller un poco inverosímil sobre un multimillonario que ofrece una recompensa de un millón de yenes por la cabeza del asesino de su nietita. Los protagonistas son los policías que intentan trasladar a salvo al pibe asesino hasta Tokio mientras una banda demencial de enemigos quiere lastimarlo para hacerse con la guita. El pibe malo es el más malo del universo y los policías son los más honestos del universo y todo tiene un tono algo estridente y exagerado que bueno, no deja de tener su encanto porque es Miike y lo hace bien: un camión explota y vuela por los aires en un planaso radical, la cantidad de ángulos por escena es impactante, la fotografía y los movimientos de cámara matan, el actor principal es austero y apenas demuestra los sentimientos. Es decir, juguemos en el bosque cuando los ponjas están.

Yo diría que salvo poquitas excepciones encuentro cierta garantía en el cine de género japonés. Es justo ese gusto por los extremos lo que los pone en la vanguardia con respecto a Hollywood: además de montar tremendas escenas de acción tienen mucho menos miedo en irse al carajo con los argumentos. Entonces logran unos equilibrios bien interesantes entre la intensidad estética y la pintura de los personajes, que suelen ser raros, excéntricos, locos, divertidos de conocer. 

Nos fuimos a dormir borrachos de imágenes, sonidos y experiencias. A veces pienso que debería vivir solo para mirar películas y olvidar el resto del mundo. Decí que para poder comprar helado hay que trabajar.. snif.

Diario de Yoko, de Jimena Repetto (Literatura-Adelanto)


A Jésica, María Rosa, Paula y los rescatistas de Berazategui y Parque Centenario.
A la veterinaria Fénix.
Al vecino del edificio de enfrente que cuidó a Yoko.


Atención dueños del perro 5to piso:
Quería avisarles que el perro cayó de la cornisa sobre un auto.
 Tocamos timbre pero, al no encontrar a nadie, tuvimos que dejarlo en la calle en una bolsa naranja.
Revisamos si respira pero parece que con el golpe tuvo una hemorragia fuerte y no aguantó.

***

Mayo

El domingo pasado nos quedamos toda la tarde con Pablo viendo películas en la cama. Estábamos muy cansados por la internación. Vos te acostaste a mis pies. En algún momento, Pablo nos sacó una foto que salió fuera de foco y algo oscura. Mirás a cámara. Es la última en la que estamos juntas. 

Pasaron seis días. Son las 3 de la mañana. Afuera ladra el perro del encargado del edificio y te recuerdo. Y así cuando cantan los pájaros o suena la puerta del ascensor y espero que ladres. Estoy atrapada en la repetición.

El mundo es mucho más feo sin vos. No encuentro otra palabra.

Sigo pensando por qué te caíste y no puedo dejar de imaginar el peso de tu cuerpo en el aire.

Mañana tengo que ir a dar clases y no quiero. No puedo faltar porque ya estuve de licencia. Todo fue muy complicado en los últimos meses.

El fin de semana salió el sol, como te gustaba. Te echabas en el balcón los días celestes. Estoy segura de que dormías la siesta entre las plantas antes de que todo empezara. Las caídas empiezan por algún lado.

En este momento me cuesta creer en algo, sin embargo quiero creer que estás bien. Quiero creer que estás. 

Ayer se cumplieron cuatro años desde el día que nos conocimos con Pablo. Nos despertaste a la mañana y él te quiso sacar del dormitorio. Yo me reí porque abriste la puerta con la pata. 

Estoy enojada. Estoy triste. Estoy apenas. Pienso que vas a llegar y me doy cuenta de que imaginar la muerte como un viaje da la esperanza de un regreso. 

Despedirse es un acto de presente, de pasado y de futuro. Un estado de absoluta confusión. 

***

En una de las escenas que imagino pasa esto: Yoko cae desde el cielo y aterriza arriba mío. La atajo de alguna forma, ella me mira y sale caminando. Me salta a las piernas y me pregunta si estoy bien. 

En mi cabeza cae una y otra vez: patas para arriba, lomo al cielo, de costado. Las orejas le aletean con el viento. Y esos segundos de pánico sólo suceden. Son un instante recortado del movimiento del mundo.

¿Cuánto tiempo tardó? Trato de acordarme la fórmula de los cuerpos en caída libre. La imagino en vuelo hacia otro lugar. Adquiere habilidades imposibles.

Pero aterriza sobre un capot.

Cierro los ojos y reconstruyo lo que vino después: la gente que camina por la calle se espanta; forma una ronda; comenta sobre la perra; dice que podría haber matado a alguien; el dueño del auto putea. ¿Trató de reanimarla?

Quiero entender cómo puede ser que nadie la haya llevado a una veterinaria, que la hayan puesto en una bolsa naranja para que yo la identificara y me dejaran una nota sin firma. Necesito saber quién estuvo ahí, que me jure que murió en el instante y no llegó a sufrir después del golpe. 

Arranco con las teorías conspirativas: una ráfaga de viento arrancó la protección del balcón. No. El gato la agujereó cuando se afilaba las uñas. Yoko salió por el agujero que se adivinaba entre los barrotes. Caminó por la cornisa que tiene noventa centímetros de ancho y ocho metros de largo. En ese momento, alguien disparó una bala de aire comprimido desde la terraza de enfrente. O estalló una bomba de estruendo en la plaza. Alguno de esos elementos, sumado a una potencial pelea con Simba, la hizo caer. 

No la debería haber dejado salir. Aunque rascara la puerta desesperada porque ahora vivía en un departamento y antes corría en una terraza. 

La cornisa. Eso me perturba de la nota que me dejaron. ¿Cómo sabían de la cornisa si desde abajo sólo se ve un balcón? ¿Alguien la vio? Vuelvo al principio: ¿qué pasó esta vez que nunca había pasado? Y, una vez más: ¿por qué?
 
***
Necesitábamos espacio. En la ciudad eso hace mucha falta eso. 

Nos mudamos a un departamento con un ambiente más y un balcón para Yoko.

Ahora tenemos más espacio del que necesitamos.

Tomamos decisiones sobre el futuro con la ilusión de domarlo y después todo se sale de control.