Revista Lucarna

Una Mirada sobre las artes emergentes

Poesía + Fotos para todos los gustos

Se pueden leer, pero también mirar

Libros para leer en otoño

En la arena, el pasto... o el asiento del colectivo

Usted Está Aquí, de Natalia Chami y Romina Bulacio Sak

Entrevista a las creadoras de esta impredecible experiencia teatral

Lunas Cautivas – Historias de poetas presas, de Marcia Paradiso

Documental sobre tres mujeres, tres historias y un penal

Agenda: Autocine gratuito



El Autocine volvió al asfalto porteño, en el marco de Verano en la Ciudad. El sábado 18 de enero comenzó el ciclo de excelentes películas nacionales e internacionales que se proyectan todos los sábados y domingos (siempre a las 21.00 horas) hasta el 9 de febrero. En total, son ocho films para disfrutar de una manera distinta y en un lugar espectacular. 

El autocine propone recuperar la experiencia de ver películas de un modo en el que muchas personas quieren volver a vivir y que otras nunca experimentaron. Los autos deberán ingresar al autocine por la Avenida Iraola en su intersección con las Avenidas Sarmiento y Libertador. Podrán ingresar desde las 19 horas por Iraola y serán recibidos por los acomodadores hasta completar la capacidad para 300 vehículos. El egreso de los autos será por la avenida Infanta Isabel. También habrá una tribuna, que contará con sonido independiente, para 1200 espectadores y 500 sillas para quienes se acerquen caminando.

Las películas se proyectarán en una pantalla de quince metros por diez, con formato cinematográfico 16/9. Desde los automóviles se podrá escuchar el sonido de los filmes a través de una frecuencia modulada.

Programación completa


Sábado 18 -  Rápido y Furioso 6. Director: Neal H. Moritz y Vin Diesel.

Domingo 19 -  Los Amantes Pasajeros. Director: Pedro Almodóvar.

Sábado 25 - Iron Man 3. Director: Shane Black.

Domingo 26 - El Llanero Solitario. Director: Gore Verbinski.

Sábado 1 - Séptimo. Director: Julio Ariza.

Domingo 2 – 20.000 Besos. Director: Sebastián de Caro.

Sábado 8 - Wakolda. Director: Lucía Puenzo.

Domingo 9 - Star Trek En la Oscuridad. Director: J. J. Abrams.




Sábados y Domingos - 21.00hs

Del 18 de enero al 9 de febrero

ROSEDAL DE PALERMO - Av. Libertador y Av. Sarmiento



Organizado por el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires
Entrada libre y gratuita

César González: Un artista villero apostando a los encuentros



Por Lara Purita.

“Hay como una idea en el aire, que nadie se anima a decir y es que nadie cree que un villero pueda ser creativo. Porque es ignorante, inculto y salvaje, el arte es propiedad de la clase media y de ahi para arriba, nunca para abajo” escribió desde su perfil de Facebook César González, un joven artista que irrumpió en el campo literario para señalar un vacío y decir 'acá estoy yo, soy un poeta villero'.

Con tan sólo 24 años, César González lleva ya dos libros publicados -La venganza del cordero atado(2010)y Crónica de una libertad condicional (2011)-, fundó la revista Todo Piola, hizo tres cortometrajes -El cuento de la mala pipa, Mundo aparte y Condicional- y un largometraje estrenado en julio de 2013 que ya alcanzó un amplio reconocimiento: Diagnóstico Esperanza

Como si fuera poco, conduce Corte Rancho, un programa que se transmite por el Canal Encuentro desde diciembre de 2013. Además, acompaña las expresiones artísticas de los lugares marginados e incentiva a sus vecinos a participar de sus proyectos. Las palabras no llenarán el estómago, pero abren futuros, devuelven las esperanzas de un mundo compartido.

Nacido en la Villa Carlos Gardel, creció rodeado de armas, drogas y recibió una 'educación para el delito' que lo convertiría rápidamente en un pibe chorro que, como tantos de sus amigos, soñaba con morir robando. Sin embargo, en la cárcel conoció a un maestro que le cambió la vida, Patricio Montesano. Él lo introdujo en el mundo de los libros, la filosofía, la historia y la política, y le reveló las condiciones de posibilidad de la miseria en la que había crecido. 

Hoy en día, este artista reconoce en la villa su lugar de pertenencia y aporta a la literatura una perspectiva autorizada desde el lugar de enunciación: lo que cuenta en sus poesías y sus películas es algo que vive todos los días, de lo que incluso él fue protagonista. Al mismo tiempo, constituye un arte comprometido que se hace cargo de lo suyo y se niega a caer en las victimizaciones que sólo apelan a la lástima mientras sostienen la lógica de clases. 

González se propone mostrar la realidad de una manera cruda: “En este barrio, desde chico, está el ‘deber ser chorro’, donde uno va soñando el blindado, el banco, el prestigio de ser el que se agarra a tiros con la policía.”, explicó para luego agregar que “también está la hipocresía de la clase media que va a un cacerolazo y en el día a día hace poco por cambiar la realidad, sin aportar nada para que la sociedad esté más equilibrada”. 

César González se encarga de exigir un público a prueba de balas, con la convicción de que lo que se necesita no es caridad sino compromiso real y valor para ver la injusticia sin máscaras ni efectos visuales. Así se convirtió en el vocero de los excluídos, que legitima con su vida lo que escribe y opone al perfil simplista del villero que ofrece el discurso cotidiano otro más completo y, a la vez, complejo y contradictorio: lo exhibe como resultado de las injusticias sociales, del abandono, de un sistema judicial corrupto, de los medios de comunicación que los deshumanizan por una cuestión de mercado, las fuerzas estatales que los utilizan para vender drogas, para robar e, incluso, para matarse entre ellos. 

Todos estos temas atraviesan su obra completa, en la que intenta recuperar las situaciones que llevan al delito, la bronca, la frustración, la violencia, la desconfianza y la pregunta “¿por qué sólo los chetos pueden vivir como bacanes?”. Tampoco se olvida de la cárcel, a la que las pesadillas y su escritura siempre vuelven, en donde todavía están muchos de sus amigos y donde otros fueron asesinados por un sistema que dice protegerlos. Pero también retoma de la villa la amistad, los códigos, la solidaridad, los niños jugando a la pelota, la memoria de los caídos y el deseo de salir adelante sin más muertos ni castigos. Y a esto apuesta, a construir otra versión de la historia, menos injusta con los pobres, para generar conciencia y empezar a actuar. 

El estilo de su poesía mantiene el ritmo incisivo del hip-hop, mientras conjuga la jerga informal del barrio con un vocabulario técnico que denota lecturas previas sobre política, historia, sociología y filosofía. Todo lo que hace es, en definitiva, una propuesta de encuentros. 

Por medio de las redes sociales se encargó de difundir su obra y se acercó a un público que cada vez es más amplio, que le expresa constantemente su apoyo, lo interpela y comparte con él la experiencia artística.

Con muy pocos años de edad, este artista villero sacude el ámbito literario, sorprende y abre una posibilidad de acción ligada al sentido de pertenencia, a la reconstrucción de los lazos perdidos, a la conformación de una comunidad que de batalla con su propia voz, que tome la palabra, que cuente y que haga hablar, pero, ahora sí, sin caretas. 

Poema de verdad y Hobby, de Gastón Córdova (Poesía)

J. Pollock: "Unformed Figure" 1953


Poema de verdad


Cae la nieve
por una vena del viento.

No puedo mentir más.
Sofía es blanca
y está parada delante de una pared blanca.



El hobby


No fueron en vano los años
ni cruel el fuego,
el pasado es lo único que se gana.
Pero no quiero saberlo.
El que bebe cerveza de las trompetas
tampoco quiere saberlo
y el que ofrenda al cielo
el telgopor
que viene con el televisor plasma,
nadie quiere saberlo.
El pasado es lo único que se gana.
Salvo para el estúpido poeta
que hace de la vida
un hobby que siempre termina por dejar.





Gastón Córdova nació en Quilmes en 1984. Ha publicado dos libros de poesía: La puerta mal cerrada (Zeit Ediciones, Argentina, 2011) junto a Juan F. Garibaldi y Bella hambre (Editorial Flores y fantasmas, Venezuela, 2013). Actualmente trabaja en la corrección de su primera novela El final y en un conjunto de poemas llamado Dos partes de una boca gigante. Su blog es: Bach y Bachata. En busca del J.S. Bach bailable.Vive en San Telmo.

Agenda: Baficito, cine para los más chicos



"Anina"


El ciclo para los mini cinéfilos, programado por los expertos del BAFICI, forma parte de las actividades gratuitas y al aire libre de “Verano en la Ciudad” organizadas por el Ministerio de Cultura porteño.
Esta versión veraniega e infantil del ciclo continúa el viernes 24, también a las 20:30, con la proyección de “La Sirenita” y se extenderá hasta el sábado 1° de febrero con la siguiente programación:

"Metegol"
Viernes 24 - La Sirenita. Director: Ron Clements y John Musker.
Sábado 25 - Anina. Director: Alfredo Soderguit.
Viernes 31 - Monster University. Director: Dan Scanlon.
Sábado 1° - Metegol. Director: Juan José Campanella.




Viernes y sábados, del 17 de enero al 1° de febrero, 20.30 horas

Anfiteatro de Parque Centenario / Av. Ángel Gallardo y Leopoldo Marechal


La programación completa de “Verano en la Ciudad”, está disponible aquí.

El cuidador, de Harold Pinter


Por Carmela Marrero Castro.

A veces la experiencia teatral nos deja desconcertados. No porque suceda algo extraordinario, ni por un giro inesperado de la trama, o por una escenografía multifuncional a la acción. Justamente, por todo lo contrario: al enfrentarnos a un drama que pareciera permanecer en la superficie, con diálogos que articulan conflictos más bien cotidianos, y que una vez terminada la obra nos hacen cuestionarnos por qué esa historia merece ser contada.

En ese punto todo lo que rodea al espectáculo empieza a jugar un rol fundamental. El nombre del dramaturgo –en este caso, nada más ni nada menos que Harold Pinter, ganador del Premio Nobel en 2005-,  el director, la sala, la trayectoria de los actores. Y todo lleva a pensar que esta vez, más que otras veces, tenemos que hilar fino y buscar en lo profundo, debajo de la superficie. Entonces, de a poco, el sentido emerge y se impone.


Los personajes: tres hombres, dos hermanos -Mick y Aston- y un viejo, Davis. El espacio: una habitación atiborrada de objetos innecesarios, chatarra que Aston –que vive en ese lugar- ha ido juntando y acumulando. La situación: Davis, un hombre sin empleo y sin dónde vivir, es llevado por Aston a su habitación para alojarse ahí por un tiempo, pero resulta que el verdadero dueño del lugar es Mick. 

Los parlamentos se entretejen en función de un espacio que adquiere protagonismo a medida que la obra avanza. El juego por el poder se instala, y por eso mismo, los diálogos no buscan el reconocimiento de la otredad, no son una posibilidad de conocerse y acercarse. Por el contrario, evidencian la circulación y la lucha por el poder en un espacio reducido y agobiante. 

Todo esto en medio de una puesta realista que cuida el detalle y construye un espacio posible, pero que, conforme la acción avanza, se va desfigurando y transformando los diálogos en conversaciones de sordos sin sentido. Así lo absurdo invade la escena y, finalmente, pareciera la categoría más adecuada para definir la obra. 


Entonces, algo pareciera bastante claro: ese pequeño cuadro que representa una escena posible de la vida, habitual y mínima, se articula entre el realismo y el absurdo, como muchas -tal vez la mayoría- de nuestras experiencias cotidianas, que se resisten a la lógica a pesar de todos nuestros esfuerzos por cargarlas de sentido. 

Estreno para público y prensa: sábado 18 de enero a las 22hs
Funciones: sábados a las 22hs y domingos a las 20hs.
El Camarín de las Musas: Mario Bravo 960
Reservas: 4862 0655
Entrada general: $100
Estudiantes y Jubilados: $70
+info:
www.elcamarindelasmusas.com


Ficha técnico-artístico:

Dramatugia: Harold Pinter
Elenco: José María López, Santiago Caamaño, Federico Tombetti
Diseño de iluminación: Félix "Chango" Monti
Diseño de escenografía: Marcelo Salvioli
Diseño de vestuario: Agustín Alezzo y Andrea Lambertini
Asistencia de dirección: Germán Gayol 
Prensa: Simkin y Franco
Diseño gráfico y fotográfico: Ramiro Gómez
Traducción de textos: Federico Tombetti 
Dirección: Agustín Alezzo

Newton y yo, de Marcelo Daniel Díaz


Satélites


Para el ojo del astrónomo
somos pequeñas gotas que caen en la tierra
desde un cielo ladeado en sus extremos.
Y para el ojo de los seres queridos
brillan los paneles de los satélites.
No sé explicarlo: es un candado de luz
ahogando la materia oscura.



El astronauta


En la madrugada las estrellas y las ecuaciones
tejen la red de una araña negra
que mastica los huesos de la noche.
Sobre la escuela volaba un avión comercial
que dejaba una cicatriz de humo en el cielo
y dije: “yo quiero ser Neil Amstrong”.
En el guardapolvo llevaba un mapa de ruta
para salir de la atmósfera
y dibujar otro barrio en el cosmos.
Pero los recuerdos felices funcionan
tan sólo como recuerdos felices:
ahora ensayo pasos de astronauta
para cruzar la calle.


El cometa


Una ambulancia cruzó la esquina.
Es la única estrella en el cielo
antes de que se interrumpa
la continuidad de cada cosa.
Me lo dijo el ojo convencido del enfermo
que apuntaba desde la ventanilla.
La memoria reducida
a un agónico instante de lucidez
y algunos realizan
el mismo ejercicio de rotación
sobre el manto de lo real
como si nada hubiese pasado.




Marcelo Daniel Díaz nació en 1981. Vive en Río Cuarto (Córdoba). Profesor y Licenciado en Letras. Participó en la antología Es lo que hay llevada a cabo por Lilia Lardone en 2009. En 2010 participó de las residencias literarias del Centro de Arte Contemporáneo de Córdoba a cargo de Silvio Mattoni y María Teresa Andruetto. En el año 2011 publicó el libro de poemas Newton y yo con editorial Nudista. Y en el año 2012 publicó el texto de lingüística  La palabra y la acción: la máquina de enunciación K con EDUVIM. Contacto: marceloddiaz@hotmail.com

Testimonio: ¿Por qué leer a Poe 204 años después?


Por Pamela Neme Scheij.

A 8655 kilómetros de Boston, celebro el nacimiento de este hombre, 204 años después. Lo hago escribiendo sobre él, porque creo que su escritura persiste y, en alguna medida, lo hace también su historia personal, indivisibles. 

Ya hace mucho que supe de Poe y aún se me continúa electrificando la espina cuando leo su literatura, cuando pienso en el camino que abrió como escritor profesional, cuando incluso me detengo en el martirio de haber buscado ser verdadero consigo mismo entre escombros.

La proliferación de géneros (poesía, ensayo, narrativa, por decir algo general) y de textos en los que incursionó no me impacta particularmente; sí lo hace la firmeza con la que construyó su ficción, cosa nada fácil, nada obvia. 


Si fuese una lectora académicamente correcta, hablaría aquí un poco de cada género y subgénero abordados por Poe, sobre sus títulos más populares, sus traducciones y demás frituras. Pero el pico de calor de este verano en Buenos Aires me deja sin tolerancia para repetir a Wikipedia, así que me detendré en qué dejó desparramado por mi mundo, una vez trascendida su vida física, unos siglos más tarde, cuando yo era una joven estudiante y luego, ya una joven docente de escuela secundaria.

Primero que nada, descubrí que yo prefería sus cuentos, más que sus otros textos. Y que tras ellos subyacía una estructura formal de la cual su autor era conciente de una manera casi cósmica. También, que había historias tan parecidas entre sí y que a la vez me encantaban como si fueran absolutamente únicas; me preguntaba por qué y, sin embargo, me seguían – me siguen- encantando. Más aún: hallé en sus cuentos un saber antropológico y psicológico que se me impregnaban sutilmente como la luz. Fue evidente, entonces, para mí la síntesis de razones por las cuales Poe saltó a través de los años, los idiomas, las modas literarias, las planificaciones escolares, etc.  

Julio Cortázar ya antologizó y prologó sus narraciones (como otros también lo hicieron en sus excusas editoriales). Y analizó, con la admiración de un apóstol, su teoría explícita del cuento moderno. Creo, igualmente, que si Poe no la hubiera escrito, hace décadas sus lectores la habrían extraído de sus cuentos como sangre tibia. De todos modos, existe y, en libertad, puede ser leída con gusto.

Pero hay otra teoría de Edgar Allan Poe que afirma su estética romántica y su profundización antropológica, arraigada a algunos de sus cuentos frontalmente (por ejemplo, en El demonio de la perversidad) y a otros, entre líneas (por ejemplo, sus cuentos clasificados como “de terror”): el hombre y su espíritu de la perversidad. No hay nada de desperdicio teórico ni sensorial allí, pero no es el objetivo de este texto indagar en esas explicaciones. Sin embargo, la atracción que genera en cualquier lector bien puede acercarnos a entender de qué se trata ese espíritu que lo obsesionaba, de qué se trata su ficción en tanto trama compleja y, queriéndolo o no, de qué estamos hechos humanamente desde una óptica punzante, profunda.


Hace tres años perdí uno de sus más famosos cuentos El gato negro en manos de un estudiante del curso en el cual yo trabajaba. Se lo presté salvajemente, arrancando las hojas de uno de mis tomos de Cuentos completos, para que practicase su lectura en voz alta y unos días después, pudiese leerlo en público en la escuela asumiendo actoralmente la voz de su narrador. El cuento fue leído con éxito, pero nunca volvió a mis manos. Lo reclamé, ahora creo que siendo tonta y egoísta. Sin embargo, Alexis, el estudiante, nunca me lo entregó. Y ahora mismo que escribo este texto, entiendo (o me invento una explicación): la trascendencia de un hombre, en el caso de Poe, de un hombre escritor, radica en la voz que lo adopta y lo hace correr, en las páginas robadas para propio placer, en las ganas que tengo de que ese pibe haya leído al menos ese cuento decenas de veces como lo hice yo. 

Agenda: Tardes de Boleros en la Munich



La Dirección General de Museos, dependiente del Ministerio de Cultura, presenta Tardes de Boleros en la Munich, en su sede del Edificio de la Munich, Av. de los Italianos 851 (Costanera Sur). 

Tres artistas se dan cita en los salones de la Munich de la Costanera Sur. Una gran cantante europea se convierte en la maestra de dos jóvenes rioplatenses. Con ella descubren las bellas melodías del viejo mundo al tiempo que ellos se ocupan de hacerle conocer la música que aman, el bolero. En una tarde de té y la mejor repostería de Buenos Aires recordamos a los poetas y músicos de todos los tiempos que le cantaron al amor.

Elenco:
Silvia Antonič, soprano
Patricia Douce, soprano
Antonio Seoane, tenor
Carlos Koffman, piano
Jorge López, vestuario
Andrea Nagy, repostería

La actividad se realiza los domingos a las 18 hs. Acceso con la entrada al Edificio $10.
Av. de los Italianos 851
Tel.: 4516-0944/49 int. 222 

Novela roja, de Florencia del Campo (Entrevista)



Por Ariana Pérez Artaso.

La literatura intimista ha sido visitada por diferentes escritores a lo largo de la historia de la literatura, desde las confesiones epistolares, hasta las novelas psicológicas nos permiten ingresar en el terreno subjetivo del otro. Y eso siempre es una tentación. En esta misma línea, la primera novela de Florencia del Campo nos invita a adentrarnos en el universo de Frida, una estudiante de cine que intenta -psicoanálisis mediante- sobrellevar, entender, procesar y aceptar los avatares de la vida, el amor y las tomas de decisiones.

Consciente del público lector al que se dirige -la práctica psicoanalítica es muy común en Argentina-, la escritora construye un universo en el que la discursividad ocupa el primer lugar, y nos atrapa en esa telaraña de palabras. 

Revista Lucarna entrevistó a del Campo para profundizar en los detalles de una novela que nos envuelve desde la primera página.


Revista Lucarna: ¿Cuánto de autobigráfico hay en Novela roja? ¿Creés que la referencia personal (explícita o no, consciente o no) es inevitable a la hora de escribir? 
Florencia del Campo: Sí, hay algo de referencial en Novela roja y sí, creo que es algo inevitable a la hora de escribir. Partiendo de la base de que la idea de la novela me surgió mucho más a partir de una forma que de una trama. Esa forma que pensé fue la de un gran diálogo, pero luego precisé en algo que si no hubiera formado parte de mi vida por muchos años, no habría aparecido: que ese diálogo fuera una sumatoria de sesiones de psicoanálisis y que entonces los dos personajes de la novela fueran paciente y psicoanalista. Y creo que esta idea final me surgió por haber estado yo en esa situación de relato, de enunciación, de ficción incluso, durante años (me psicoanalicé más de cinco). Luego, los pesares, los malestares, el personaje de Frida… sí, todo tiene que ver con una experiencia. No tanto las anécdotas en sí mismas, sino un modo (enfermo y normal a la vez) de sentir, de estar, de pasarla mal, de arruinarlo… todo eso más que inevitable es justamente la razón de ser de la escritura de esta novela y fue arrastrado de la experiencia real a la ficción. Pero no podría haber sido de otra manera: uno escribe desde la incomodidad, el dolor, el cuestionamiento: esa es la materia prima que luego hay que manipular para crear ficción y entonces ya queda convertida en otra cosa.

RL: ¿Cuánto tiempo te llevó escribir la novela? ¿Te costó publicarla –desde la decisión de sacarla de tu Pc hasta conseguir editorial-?
FDC: Tiempo de escritura: menos de un año; algunos meses del año 2011. Te diría que la segunda mitad de ese año, para precisar un poco más. A principios de 2012 comencé a enviarla a las editoriales. Y para mayo de 2012 ya había recibido más de una propuesta de publicación (sin contar las editoriales que me propusieron publicarla pero cobrándome un precio por los servicios editoriales, cosa que yo no acepté). Cerré trato con la primera que me escribió y me dio sus razones de por qué la quería (y además porque esa me tentaba por otras cuestiones un tanto subjetivas).

Florencia del Campo, autora de Novela roja. Foto.RL: Historias de psicoanalistas y psicoanalizados hay muchas -¡muchísimas!- y en diferentes formatos –cine, tele y teatro también-, y aún así, siguen gustando y atrayendo al público, y en muchos casos, logrando cierto éxito. ¿Por qué pensás que se da este fenómeno? 
FDC: Por un lado, no creo que funcionara en todas partes. Me parece que nuestra ciudad –Buenos Aires- en particular es muy propicia para el fenómeno. La práctica del psicoanálisis en esta ciudad es corriente, eso no lo he observado en ninguna otra parte del mundo. Por otro lado, creo que todo discurso intimista atrae. Y este más, porque se da a través de una práctica que nos es totalmente cercana y real, y que per se es narración y relato. Entonces esto es como una metanarración: la narración de una narración que todos o cualquiera de nosotros podría hacer o hace, incluso, en su espacio de terapia. Y lo mantiene vigente el hecho de que la práctica siga estando, precisamente, tan vigente en nuestra sociedad y tan asociada a lo intelectual e insertada en ambientes de circulación del pensamiento y la crítica. 

RL: ¿Tenés alguna película, libro u obra preferida que tenga al psicoanálisis como centro o contexto?
FDC: Sí, mi libro preferido con mucha dosis de psicoanálisis y Freud es La conciencia de Zeno, de Italo Svevo. Y si de pelis se trata, se me vienen a la cabeza muchas de Woody Allen (director que me encanta), pero puntualmente Otra mujer, que no es una comedia, y que se trata de una mujer que a través de una pared escucha las sesiones de psicoanálisis de otra mujer. Está lo confesional puesto ahí y cómo ese relato deviene en material para que la oyente se replantee su propia vida. Además, me recuerda un poco a mí en mi faceta de oyente-oculta: mi madre era psicoanalista y yo, de niña, me ponía al otro lado de la puerta a ver si escuchaba algo. Sabía que no debía hacerlo, que si mi mamá se enteraba se enojaría y además sabía que no estaba bien; entendía perfectamente que esa persona estaba hablando de algo privado y no a mí, pero por eso era tan atractivo. Lamentablemente, el ambiente era muy grande y no me llegaban los relatos como a la protagonista de la peli de Allen.

RL: Una frase que me encantó de Fragmentos del primer año y que me dejó pensando fue la que se dice Frida a sí misma: “Estar vivo es que alguien registre tu existencia”… ¿Estás de acuerdo con ella?
FDC: Es difícil… Pienso que puede haber muchas formas de existir y estar en este mundo. A medida de que fui adquiriendo años y perdiendo algo de nihilismo, empecé a estar muy de acuerdo con esa frase, porque empecé a sospechar que la soledad y el aislamiento pueden ser muy poco vitales. Sí, creo que algo del otro en la vida de uno se tiene que activar para uno sentirse vivo en el sentido que Frida lo dice. Pero de una manera sana, si no, por más otro y registro de existencia que haya, no va a funcionar bien eso de estar vivo.

Novela roja en librería Dinosaurio, Madrid. Foto.
RL: ¿Por qué elegiste terminar el libro con el inicio de una nueva historia?  
FDC: Nunca lo pensé como el inicio de otra historia, sino como mostrar que siempre hubo otra. Que siempre hay historias paralelas. Mientras vivimos nuestra historia, se transcurren las demás (millones) de las cuales tal vez algunas tengan que ver con nosotros y nos tengan de personajes aunque ni lo sospechemos y no nos importe tampoco. 

Para mí no es una nueva historia eso que asoma al final de la novela, sino más bien otra que estaba ahí, pero que había quedado por fuera del marco de la narración y que al final aparece como diciendo: “ah, por cierto, además de todo esto que te tragaste en 200 páginas, también hay algo de esto otro”, pero es otra historia… otra voz, otro relato, otro personaje. 

RL: Tu libro tiene una impronta muy femenina, ¿cuál fue el feedback que obtuviste de los lectores varones?
FDC: Por suerte, nunca una queja. Sí, reconocen y ven esa evidente impronta femenina, y creo que gusta o por lo menos no molesta. Más de un lector masculino me ha dicho que no puede empatizar con ella y me parece normal. Sin embargo, la pudieron disfrutar desde ese lugar de la molestia.

RL: ¿Qué le dirías a alguien que está por empezar a leer tu Novela roja?
FDC: Uy, qué difícil… nada. Que nada. Que nade en el texto. Yo solté la novela; desde entonces no pude nunca decirle algo a un lector excepto como respuesta a una devolución de lectura -cosa que agradezco mucho- pero nunca antes.

RL: ¿Y alguien que está a punto de terminarla?
FDC: Que ojalá no esté llegando al final con demasiado esfuerzo…

RL: ¿Cómo fue el proceso de construcción de Frida y Verónica –personajes centrales de la novela-?
FDC: Siempre que construyo un personaje lo construyo a partir de su voz. Para mí eso es lo más importante y lo que mejor me funciona, pero no sólo como escritora, sino también como lectora. Las veces que no me creí a un personaje fueron porque consideré que fallaba en la construcción de su voz. 

Novela roja en librería De la Mancha, Buenos Aires. Foto.La voz es lo que le da la identidad, sobre todo en este tipo de personajes que se definen mucho más por lo que dicen que por lo que hacen (de hecho, Frida hace lo que dice que hace). Entonces, lo que me ocupaba y preocupaba era crearles una voz potente y propia, muy separadas una de la otra, de modo de que no pudieran confundirse. Lo que Verónica es capaz de decir Frida no. Precisamente esta relación tiene mucho que ver con eso: con que sus lenguajes son complementarios, si se pegotearan, algo estaría muy mal construido.

La voz de la psicoanalista (Verónica) la robé un poco de mis recuerdos en terapia. No podría haber construido esa voz si no hubiera sido porque la escuché por años (no esa precisamente, sino ese tipo de discursos e intervenciones). La voz de Frida es la voz de la neurosis, esa es más fácil, la literatura está llena de personajes explícitamente neuróticos como Frida.

RL: ¿Cómo fue desprenderte de ellas?
FDC: Liberador. Aliviante. Había algo del discurso de Frida, sobre todo, que me resonaba constantemente y me agotaba. Los modos de retrucar de Verónica, lo mismo, aunque en menor medida. Me desprendí de los personajes más cuando la novela se publicó que cuando terminé de escribirla. Como si la culminación hubiera estado en la posibilidad de que las voces se fueran a otros (los lectores).

RL: Si la palabra hablada puede sanar, aliviar o ayudar a encontrar sentidos a lo que sentimos y nos rodea (como vemos que le pasa a Frida), ¿cuál es para vos el efecto de la palabra escrita?
FDC: Para mí es muy importante la palabra escrita y supongo que por eso escribo, y no al revés. Claro que la palabra escrita me ha resultado sanadora y aliviante en muchas ocasiones, y por supuesto no estoy hablando tanto de la propia sino mucho más de la ajena. Los libros son la posibilidad de habitar un mundo a pesar del real.

RL: ¿Qué libro estás leyendo ahora?
FDC: Ahora me agarrás con El lobo estepario entre manos. Volví a los clásicos y dejé las novedades españolas que estuve leyendo últimamente. Creo que me voy a quedar por aquí (con Hesse y algunos otros) un par de meses, con lecturas por primera vez e incluso con relecturas. Últimamente tengo mucho interés en ver pelis que ya vi y en releer. Creo que en parte es por resignación. Hace un par de años me atormentaba todo lo que yo deseaba leer de lo que se publicaba porque se chocaba con la sensata certeza de saber que nunca iba a lograrlo. Ahora es como que opto directamente por volver a ver lo que vi para observarlo de otra manera. Pero es otra etapa más, pasajera como todas en mí, y entonces volveré a desesperarme, y así…

RL: ¿Estás con algún proyecto nuevo que nos puedas adelantar?
FDC: Ya que se trata de adelantar, adelanto mis próximos libros, que están por salir: Rupturas y riñas, por editorial Malas Palabras Buks, en Buenos Aires (es un libro que contiene dos nouvelles, escritas una antes y otra después de Novela roja); y A los saltos y ¿Y si no entro en este libro?, por Libre Albedrío, en España (dos libros álbum infantiles, de los cuales soy autora únicamente de los textos). Proyectos a futuro: otro libro álbum, pero para adultos; y sentarme a darle forma a algunas ideas de novela que tengo, a ver qué sale.

Detalle
Título: Novela roja.
Autor: Florencia del Campo.
Editorial: Tren en movimiento.
Páginas: 200.
ISBN: NOISBNTM004.
Año: 2013.

Agenda: Políticas de acción: Acción, historia y política en el nuevo cine coreano



Como ya es habitual, el Palais de Glace ofrece diversos ciclos para acompañar el verano en Buenos Aires. Esta vez la programación nos acerca las imágenes de Corea del Sur, un país lejano que hace un tiempo se ha hecho presente a través de su cine. 

El curador del ciclo, Marcelo Alderete afirma que:

"el cine proveniente de Corea -como pocos- supo proveer al mundo de nuevos y talentosos directores. Desde autores como Lee Chang-dong y su mirada rigurosa sobre la sociedad coreana y las heridas de un pasado que nunca deja de estar presente, pasando por Bong Joon-ho y sus brillantes revisiones (y mutaciones) de los géneros cinematográficos, hasta Park Chan-wook y Kim Jee-woon, estilistas (llegando al manierismo en muchos casos) tan originales que Hollywood no dudó un segundo a la hora de convocarlos (lo que hizo después con ellos es otro tema).

En las películas seleccionadas para este ciclo (en en el que a los directores nombrados se agregan los nombres de Na Hong-jin y Yoo Ha), se mezclan historias cargadas de política, violencia y revisiones del pasado, con otras que buscan en la renovación de los géneros cinematográficos su manera de dar cuenta de un tiempo, de una sociedad y del estado de una cinematografía sorprendente."

Con todo, se trata de una propuesta variada, gratuita y por demás tentadora. 

La programación para este fin de semana incluye: 


Memorias de un asesino (Salinui chueok), 2003, Corea, Dir. Bong Joon-ho, 128 minutos. 
sábado 18 de enero y domingo 2 de febrero a las 19. 

Memorias de un asesino sigue a un grupo de policías tras los pasos de un asesino serial suelto en una zona rural de Corea. Al contrario de lo que suele ocurrir con las películas de este género, el asesino (un mal omnisciente) pasa por momentos a un segundo plano, y el foco de la historia se centra en los policías, su lucha contra la burocracia estatal y otros males sociales. Los cruces de género y destellos de humor negro ya presentes en su ópera prima logran aquí una medida exacta, para redondear una película casi perfecta (extracto del Catálogo del 28º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata). 

Pez verde (Chorok mulkogi), 1997, Corea, Dir. Lee Chang-dong, 114 minutos. domingo 19 de enero a las 19. 

Primer largometraje en la carrera de este reconocido realizador (de quien ya hemos proyectado Secret Sunshine y Poesía, en 2012 y 2013 respectivamente). Tras haber finalizado el servicio militar y con pocas perspectivas en su vida, Mak-dong debe encontrar un camino para conseguir una mejor vida para él y su familia. En este trayecto, el joven se internará en el mundo del crimen. Con recursos típicos del film noir y del melodrama, este film fue un exitoso puntapié en la carrera de Lee.

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